cutredeblasto

Wednesday, February 01, 2006

Epílogo.

Amanecia en la isla del ensueño tropical.
Las aguas de la playa estaban tersas y de ellas surgió la figura de la amante del delfín, su cuerpo resplandeciente bajo las primeras luces del alba dejaba entrever las heridas de la noche tumular.
La blanca arena de la playa la acogia de nuevo y le devolvia sus ropas abandonadas aqui y allá en la noche que la vió desaparecer engullida por la marea.

A pocos pasos se encontraba la pareja de tiernos amantes abrazados el uno al otro y esbozando una leve sonrisa en sus jóvenes rostros reflejaban la beatitud que les colmaba el alma. Dormian.

De las palmeras más altas colgaba un resacoso capitán, boca abajo, seminconsciente destilaba la tóxica fumata del brujo maldito.

Aparecia por el sendero un apolíneo mancebo porteador de mujer satisfecha y endorfinada que fué depositada en la playa con delicadeza.

Selva adentro en el interior de una choza de cañizo y hojas de palmera un hombre yacia exhausto tras el abuso al que habia sido sometido por el furor uterino de las muchachas en flor.

La laguna se agitaba y ondeaban sus aguas con un remolino de burbujas:
SHPLASH.
El doctor retomó el aliento tras la apnea delirante y sonriendo braceó hasta salir del lago. Caminó rápido y regresó a la playa.

Entre las palmeras la Ruina con sus amantes pensaba que no regresaria jamás.

Era hora de volver a la nave, ya todos se iban saludando y observaban las ojeras que lucian en la cara. Bolsas bajo los ojos y cardenales eran algunos de los trofeos de guerra...

Se pasaba lista. Faltaba gente.

Se vió llegar a dos hombres de entre las palmeras, charlaban entre ellos muy amigablemente y se acercaron al grupo que les esperaba.

Ruina y el teniente se quedaban en la isla.

La grumete quedó quedamente helada y desmesuradamente abiertos sus ojos inquisidora preguntó:

-¿Puedo quedarme tus manga?.

En fin, el cisma llegó a la tripulación de cutredeblasto y nada pudo evitar que los dos se quedasen a vivir en el supuesto paraiso mustang ranch gratuito.

El resto subió a la barca y remando en silencio se embarcaron en la nave para regresar a casa.